Skip to main content

Full text of "Circe Maia 1998 De Lo Visible"

See other formats


d e 


o 


visible 


12 . 


13 ■ 


19 - 


14 - 


11 ' 


16 ' 


17 - 


18 < 


15 < 


10 < 


circe 


m a i a 






De lo visible 

Circe Maia 



Carátula de Fidel Sclavo 


Feria Nacional de Libros y Grabados 
Asociación de Impresores del Uruguay 



Lo Uno 


Quieres deslumbramientos? 

Apresúrate, entonces, 

porque sólo a esta hora 

-las diez y veinticinco de la mañana- el sol 

da de lleno en la cima 

del campanario. Azules, 

las baldosas se truecan 

en espada vibrante y violenta 

que señala lo alto. 

Y qué trae esta espada luminosa 
que hiere la retina? 

Tal vez la voz remota de Plotino, diciendo: 
Lo uno no es mirable. 

Pero el súbito ataque 
de lo sublime es breve. 

El éxtasis escapa. 

La garra de la luz 
soltó ya el campanario. 

Las diez y treinta: 
otra vez las baldosas azules 
son visibles. (Algunas 
bastante desgastadas.) 


5 



Movimientos 


La cuidad crece perceptiblemente 
e imperceptiblemente se deshace 
vuelta memoria. 

No, no. No es nostalgia. 

Es el verse rodeado 

del doble movimiento de las cosas 

como si en vez de andar, fuera uno sentado 

en una hamaca siempre balanceándose: 

el futuro te empuja entre vigas al aire 

y otras -también al aire- 

te empujan hacia atrás 

con un golpe de herrumbre. 


6 



Doble imagen 

Muchas veces el pensamiento 
envidia a la mirada. 

A la mirada sin pensamiento 
a la pura mirada. 

Ahí están esos árboles 

doblados, invertidos 

en el reflejo de la laguna 

y no, como otras veces 

con mucha claridad, no, porque el agua 

está ligeramente 

rizada, muy ligeramente. 

Entonces 

la imagen está un poco 
desdibujada 

-la imagen inferior, temblando, apenas 
un poco menos nítida- 

Y es como si expresara alguna cosa 
cuyo tema es la otra, sin duda 
Pero ¿qué cosa? 

¿Propone doble mundo? 

Pensamiento confuso. 

Mirada clara. 


7 



i I 4 


*** 


Dl tu ( / D 


C. 


La trae un cisne 

por entre el aire opaco 

por dentro del papel fibroso, desparejo 

viene volando 

por dentro de la niebla 

dentro de los distintos tonos 

del color blanco. 

La tinta que la crea 

ha dibujado nítidamente 

el pecho descubierto, el rostro sereno, 

los cuatro brazos. 

Una mano tiene un collar, la otra un instrumento 
musical, la tercera 

un papel arrollado? no se sabe. La cuarta 
hace un gesto hacia abajo como para frenar 
el vuelo del cisne. 

(Tal vez muy rápido?) 

El cuello del cisne 
está vuelto hacia abajo. 

(En el pico, una flor) Las grandes alas 
pluma por pluma 
pueden mirarse 
una por una. 

Todo está nítido 
y a la vez vago: 

Quién es esta joven, esta extraña diosa? 

Sólo aparentemente la miramos. 


8 



Sonido 


Son planchadas 

las arrugas visibles de la tela. 

(En el cuarto 

el silencio y la luz tejen redes ingrávidas 
que trepan las paredes.) 

Pero 

la vejez ha raspado los hilos 
y los dejó tan débiles 
que al alzarse 

la tela se abrió de un lado a otro 

Inesperadamente 

ese ruido cortó el blanco silencio 

del coser y el planchar 

Cortó como aire frío 

entrando por ranuras de los muros 

Como armado enemigo 

el sonido filoso y siniestro: El desgarro. 


9 



Hechizo 


(De un ejemplo de lógica) 


Los dos caballeros 
con sus dos caballos 
y sus dos lirios 

se reducen a uno, en una fórmula 
frente al ojo severo de la lógica. 

Arrastrados al reino frío 

de los símbolos matemáticos 

los caballos relinchan, espantados. 

Los caballeros sienten que no pueden 
respirar en el aire de hielo 

Los impávidos lirios 
se mantienen serenos. 

Ya alguna vez soplaron estos vientos 
-piensan los lirios- 
y nunca pasó nada. 

Pestañea el filósofo. 

Se deshace el hechizo. 

Y los dos caballeros 
con sus dos caballos 
y sus dos lirios 

regresan al galope al reino de la magia. 


10 



Apoptosis celular 

Ha sonado la hora!, dice una señal 
y la célula estalla (Ella misma decreta 
su muerte) Ya está hinchándose 
rompiendo sus paredes 
abriéndose, muriendo. 

Suicidio diminuto e invisible 
recorre nuestra casa de piel y los tejidos 
albergan aquel grito de muerte tan cierto 
que casi puede oírse... 

(El hilo de las Parcas nos resultó enredado 
con la hélice doble de la vida.) 


11 



Terca paloma 


-El aire me pesa... 

(La paloma se cansa luchando contra el viento) 
-Sácame el peso 
quítame el aire 
líbrame el ala 

El aire te sostiene 
ave estúpida, calla 
(Pero sueña el vacío 
la paloma kantiana) 


12 



Raíces 


Hoy de mañana 

tuvimos que arrancar unas hierbas 
que crecían por todas las ranuras. 

Se arrancaron las hierbas 
y quedaron al sol temblando las raíces 
como sorprendidísimas... y esto? 

De lo oscuro a lo claro en un instante? 

Muerte invertida, rara: 
de la tierra cerrada y ciega 
al ojo azul, que todo lo traspasa. 

Abrirse a todo aire: perderse 
Soltarse a toda luz: también perderse 
dicen las raíces 
temblando. 


13 



El tercero 


Desde aquí arriba se ven los fondos de otras casas 
sus patios posteriores, algunos muy descuidados. 

Mirando bien, hay tres muy diferentes 
que se dan la espalda, ignorándose. 

El que está aquí debajo es el peor: hay piedras y maderas 
también algunos ladrillos y papeles. 

El otro, de anchas baldosas rojizas 

está vacío totalmente: nada 

ni un alambre de ropa, ni un balde, ni una planta. 

Y aparece en el aire la balanza invisible 
que pesa en sus platillos 

de un lado el abandono 
y del otro el vacío. (Rastros del ser de un lado 
puro no-ser del otro) 

Y el miedo 

de que queden los ojos prisioneros 

en esas dos imágenes y vean como un sueño 

al tercer patio, apenas entrevisto 

donde hay un banco bajo una sombra verde. 


14 



Órdenes 


El borde el techo 
rígido 

contra el cielo. 

El borde de la nube 
todo desflecado 

El viento dirige la nube 
que a cada soplo cambia 
de minuto en minuto 

Los bordes del techo 
inmutables 

sordos a las órdenes de abrirse 
de avanzar, de cerrarse... 

Grita el viento consignas 

y sólo responden 

los bordes de las nubes 

y las temblorosas hojas del naranjo. 


15 



Lluvia de octubre 


Que las gotas toquen con tanta suavidad las baldosas 
hace que no parezca muy real esta lluvia, 
ningún ruido. 

Sólo se ve prenderse y apagarse los pequeños círculos 
dando golpes al agua, blandamente. 

Se encienden y se apagan, como pequeños signos 
-cambiantes, rapidísimos- 
de un código secreto. 


16 



¿Qué enseñan? 


El estiramiento de una hoja arrollada 
puesto en cámara rápida, ¿qué enseña? 
Muestra una mano abriéndose 
algo mostrando algo. 

Un gesto. 

una mujer limpiando una ventana 
las baldosas de un patio....cualquier cosa 
que después queda húmeda y brillante 
¿qué muestra? 

¿no es la lavada cara de la esperanza? 

Y los grupos de estrellas que se chocan 
entre sí pero asombrosamente 
no se tocan 
¿enseñan algo? 


17 



La pena 


Pena de la arista que 
pierde su filo 
el cuchillo romo, la 
piedra desgastada 

hilachas salidas de 

no se sabe dónde... y el polvo 

el que flota en el aire, da pena: 

no se puede juntar 
coser, pegarse... 

Están ya muy cerca 
de la nada-nada. 


18 



Juntos 


Todo lo eterno resultó un insulto 
para la pobre planta pisoteada 
también para los ojos que la miran. 

Mírala. 

Más vale ir juntos 
-no te separes- 

con la corteza que el viento arranca 
salir volando. 

Si se quiebra, quebrarse 
quemarse, si se quema. 

Ir desapareciendo 
sin soltarle la mano. 


19 



No y sí. 

Ella rehúsa y calla. 

Pero la oscura y verde 
mujer que vive dentro 
de ella 

muerde rabiosamente 
y traga. 


20 



La Fiesta de Trimaldón. 


En medio de la fiesta 
Trimaldón quiere saber qué se siente 
qué iba él a sentir en su velorio 
el díá en que los dioses dispusieran 
su muerte... 

Entonces 

pide a los invitados que se hagan los dolientes 

y él se pone su fina mortaja 

de color adecuado 

hace tocar la música adecuada 

y pide que le lloren 

que le arrojaran flores 

y lloraran. 

Algunos invitados protestaron 

-su mujer no quería- 

pero todo se hizo a su manera. 

Los viejos manuscritos están rotos 
de modo 

que ya salta Petronio hacia otro tema 
y el liberto no sale 
de su espantosa fiesta. 


21 



Algo entrevisto... 

Con el sol yéndose 
las puntas de las hojas 
se ven descoloridas 
pero en el resto 
el verde brillo, brilla. 

Y como hay viento 

un rápido movimiento de luz se hace visible 
y aunque el lugar secreto 
de donde brotan las hojas quede oculto 
algo entrevisto surge, fugazmente. 

Aún aquella Sibila, dentro de la botella 
como un insecto, como una piedrecita 
podría igualmente verlo 

De a ratos 
podría verlo. 

¿Y no es mejor que nada? 


22 



La anacahuita 


Quebrada. Cortada. 

Un tocón negro en el suelo. 

Ya la dábamos por perdida! 

Y ahora... 

Como oir de nuevo 
la voz silenciada 

subiendo por los poros de la tierra 
la antigua música. 

(Una aroma agreste sale de las hojas 
si las tocas con la mejilla). 


23 



Ayer, un eucaliptus 

Vuelve hacia el este un bracito frío 

-el que tiene hojas nuevas- 

pero el tronco, que enfrenta al sol poniente 

está tibio al contacto de la mano 

tibio y liso -asombrosamente liso- 

como de porcelana, no madera. 

(Claro que porcelana que tuviera 
adentro, un té caliente, que la mano 
disfruta, hasta que enfríe.) 

El color...imposible 
de definir: un tono 
entre gris y rosado, en fondo verde. 

No, no lo ves, tampoco lo imaginas. 

Su ser es de memoria. Inalcanzable 
por otros pensamientos. Ni una idea 
lo toca...Qué diríamos 
de aquel roce y aquel calor del tronco? 

Sólo la piel, la palma de la mano 
de algún modo lo guarda, por lo menos. 


24 



El lenguaje de las asimetrías 

El placer de seguir, punto por punto 
lo que los ojos ven: el placer cierto 
de desviarse un medio milímetro 
-la mirada guiada por la mínima 
torcedura del talio- 

y enderezar después y seguir paso a paso 
las ramas dobles casi paralelas 
una a cada lado del delgado tronco. 

Casi iguales... El "casi" se siente entre los dedos 
la finísima trama de las asimetrías 
casi como un lenguaje. 

¿Y qué dice esta lengua tan compleja? 

Dice que como nada es idéntico a nada 
lo que se dice aquí vuelve a decirse en otro 
tono, otro matiz, otra distancia 
pero jamás enteramente uno 
ni enteramente ajeno. 


25 



Inestabilidad 


Otra vez es posible escuchar las dos voces: 
la que dice que sí, que está en su casa 
(Y ve su casa en cuanto ve) 

y la otra 

que es ajena, visitante, huésped y tal vez 
desconoce la lengua y las costumbres 
de un lugar que no es suyo. 

Y también pareciera 
que hasta las mismas cosas querrían 
salirse alguna vez de ese ángulo 
en que les da la luz de esa manera y no de otra. 
Querrían 

por una vez, no estar en su sitio 
no tener un sitio propio. Y si se quedan 
es porque no las dejan partir y así las vemos 
quietas 

a duras penas. 


26 



El viaje hacia Itea 
I 


Desde las montañas de Delfos se va siempre en descenso 
hacia Itea, junto al agua brillante 
del Golfo de Corinto. 

Es un día de sol, pero hay siempre una bruma 
azulada, a lo lejos: las costas están siempre borrosas 
imprecisas, pero aquí cerca, en las casas 
los pequeños jardines, todo es nítido, límpido. 

Resuenan las campanas. Entra gente a la iglesia. 

Brillan los candelabros bizantinos. 

A la izquierda, los rostros de las santas 
Irini, Ekaterini 

tienen una mirada seria; las manos delicadas 
sostienen una banda de tela con sus nombres 
en dorado. La música 

y los cánticos inundan el espacio. Una mujer de negro 

se arrodilla y enciende 

un largo cirio de color arena 

frente a un icono. Cantan 

dos voces alternadas. El rito ha estrechado 

a todas estas gentes, que están como abrazadas 

por los claros sonidos 

por la luz de los cirios 

y la mirada sería de Irene y Catalina. 

(Sensación de atisbar, por un caleidoscopio 
las cambiantes figuras, bellas e incomprensibles). 


27 



II 


La pequeña ciudad sin ruinas ( sin turistas) 

se repliega en el tiempo: hoy es día 

de fiesta ciudadana. Cerca de donde llegan 

Las barcas pescadoras 

hay una plaza, ahora embanderada. 

El himno, los discursos, el funcionario (alcalde?) 
el pope 

y alrededor 

escolares, familias, niños inquietos, perros. 
Junto a una mesa, invitan con refrescos 
libremente a quien llega. No llegan demasiados. 

Y otra vez, el ajeno, el extranjero 
se sumerge por breves instantes en la música. 
Sus ojos siguen la línea de otros ojos; 
su cuerpo es uno más entre los cuerpos 
en igual actitud... 

Pero son formas inestables 

la figura no cierra 
rápidamente se desdibuja. 

Lo que fue -lo que fuera- ya se abre. 

hay gritos dispersos 

roces, gestos, 

pasos que no se suman 

ojos que se desvían. 

Viento. 


28 



El pez 


A los costados -arriba, abajó¬ 
se extienden las redes 
pero el pez no está preso: navega 
con ellas, por ellas. Remonta 
hacia arriba, hacia abajo, al costado 
por los caminos 

que le señalan posibles vías enmarañadas. 

Hacia todos lados se abren salidas 
La red no lo encierra: 
hacia arriba, hacia abajo, al costado 
se libera al moverse. 


29 



Discreción en Delft 


Sorprendía la ausencia de cortinas 
en la mayoría de los ventanales: 
grandes vidrios hasta el suelo 
y dentro 

una sala sin nadie, muy cuidada, con flores. 

El interior no debe ser visto 
desde afuera. 

Los transeúntes pasan, 
las miradas resbalan 
y la sala 

-visible-invisible- es ajena: 
la transparencia del vidrio la abre y la ofrece 
la discreción de los ojos la cierra y la guarda. 


30 



La escalera a oscuras. 


En la escalera a oscuras 

nadie sabe muy bien en dónde está parado. 

Los escalones fueron devorados 

por gran oscuridad; el pasamanos 

resbaloso, invisible. El descansillo 

-al torcer su dirección la escalera- 

puede hacernos dar un traspié. Conviene 

subir o descender con grandes precauciones. 

O mejor esperar a que se encienda 
la luz, si es que se enciende, si es que 
alguien más sube o baja 

Atención entonces al mínimo crujido 
de la escalera... 


31 



Calle lateral 


Al anochecer 

muchas casas tienen todavía 
las puertas entreabiertas: 
franjas de luz, cruzando las baldosas 
llegan hasta la calle. 

Durante todo el día 
van y vienen personas 
que no cierran las puertas 
sino que las entornan... 

Quedan a veces 

a la vista una planta, un zaguán, escalones. 

Y el misterio se instala a plena luz 
porque ahora 

cada puerta entornada ha dejado volarse 
un hálito 

de la cerrada vida de la casa. 

(Las hojas de la planta del zaguán se agitan 
débilmente 

por el viento que llega de la calle.) 


32 



Prisionero 


ia ciudad te ha de seguir 
Kavafis 


Así que no hay manera de librarse: 
bastará darse vuelta para verla. 

Allá viene, siguiéndote 

moviéndose -en apariencia lentamente- 

y en realidad muy rápido. 

Y si huyes, por un momento sientes 
muy lejano el ruido de las calles 
discusiones, motores y ruidos y bocinas 
son un sordo rumor. 

Y de tan lejos 

apenas brillan ahora las ventanas más altas 
tal vez un campanario. 

Pero cuando por fin llegas a otro 
lugar, a otra ciudad desconocida 
tu ciudad te ha alcanzado bruscamente: 
ya no es cuestión de darse vuelta. Adentro 
muy adentro de ella te paseas 
y a la otra le ruegas que te espere 
que no se vaya lejos... 

La otra no se mueve, pero se decolora 
pierde tibieza, sus sonidos bajan 
sus olores apenas se perciben 


y el viejo aroma de la que te envuelve 
no te suelta. 


33 



Hablamos 


(In memoriam I.) 


Ella está sentada, hablando de cosas 

que están alrededor y se puede 

decir cómo se hicieron: 

la pequeña vasija sobre la mesa 

es obra de sus manos 

-No, no fue difícil, dice, 

y muestra otra cosa: 

la gran alfombra rústica, 

circular, sobre la que 

se apoyan los muebles, 

nuestros pies, la mirada. 

La colcha de la cama? 

(Ya debe recostarse) 

-Sí, pero quedó muy larga, dice 
y sonríe otra vez. 

(La palidez, intensa) 

El conversar la cansa y sin embargo 
la mirada y la voz están saltando, vivas 
sobre las cosas. (No querría soltarlas) 
Hay que buscar otro tema posible. 
¿Hablaremos de plantas? 

Sí, de plantas. 


34 



Opuestos 

La perfección con la que el cuerpo salta 
del trampolín, la seguridad con la que hace 
un movimiento de tijera 
y corta el agua 

derrota sin ningún trabajo 

y sin ni darse cuenta 

todos los balbuceos, avances, retrocesos 

el que sí y el que no de la palabra 

pensada y no dicha 

dicha y no pensada. 

Salta otra vez el nadador. 

Míralo. 

Calla. 


35 



Firdusi 


Hay que saltar mil años hacia atrás, hacia Persia 
y hacia Firdusi, que envejece. 

El se lamenta, claro de todo, entre otras cosas 
de no poder hacer el veloz movimiento 
de girar la cabeza 

cuando ya está el lanzazo rozando las pestañas. 
Entonces 

ahí está la vejez: un reflejo 
que no se hace a tiempo y falla 
por un pequeño instante. 

¿Falla la mano? 

¿El ojo? 

¿El pensamiento? 

Todo se va perdiendo de a pedazos 

y por trozos minúsculos, pedacitos de tiempo 

pulverizados. 


36 



Pesadumbre 


Dimos un paseo por tierras arrasadas 
con un peso de troncos sobre el corazón. 

Sí, eucaliptus. Los que por años fueron 
la pared de verdor junto a la casa 
(digo pared por la presencia casi 

compacta de los árboles) 

con múltiples caminos, con entradas semi- 

secretas -por lo menos así nos parecían 

y ahora pesando extraña- 

desmesuradamente: 

los invisibles árboles de plomo y de ceniza 
a la vez, transparentes y oscuros 
a la vez, rumorosos, altísimos 

y ahora 

un hueco de silencio helado sobre el pecho. 

Es cierto: son y no son los árboles cortados. 
Ellos, desde el pasado llaman 
con sus raíces y troncos extendidos 
como para atrapar y proteger otros pasados 
alimentándose de lo que ya no existe. 
Extraen savia de una memoria muerta 
de los deseos desaparecidos 

y es materia invisible, de gravedad altísima 
atrayendo hacia sí cualquier hilacha 
de pensamiento. 



Las cosas por su nombre... 

¿Y si no lo tienen? 

Cómo se llama esta tristeza 

que te dan las tres notas ascendentes 

de La Muerte de Aase, en esta música? 

Cuidado, no se llama Esta Tristeza 
Vas a tener que dar algún rodeo 
para nombrarla 

porque no existe fuera de las notas 

y sin embargo 

las notas no son ella. 


38 



La espiga sola 

(De Metrodoro de Quíos) 

Inimaginable: 

en la inmensa llanura 

la espiga sola. 

También inconcebible: 
en mundos infinitos 
la vida, sola 
brotando en un planeta 
de una estrella remota. 


39 



El Pájaro 

Los antiguos veían llegar la buena suerte 
cuando volaban pájaros a diestra. 

(Imagino el temor de ver un gran pájaro negro 
apareciendo por el costado izquierdo) 

De este pájaro, en cambio, no es claro su mensaje: 
apareció delante de mí, dio un vuelo ambiguo 
-un poco a la derecha, de nuevo hacia la izquierda- 
y desapareció inesperadamente, tragado por la niebla. 

Su mensaje -si hubo- quedó indescifrado. 

Su vuelo fue una curva sin terminar, un trecho 
de un recorrido total imprevisible 
a partir de lo poco que se vio... 

Sin embargo 

la mirada lo busca intensamente. 

¡Que se muestre otra vez! ¡Que haga otra vez su vuelo 
garabato, su pequeño rasguño en lo gris, que aparezca 

(La voz délfica se niega a repetir lo dicho 
y calla, por más que le pidamos.) 


40 



Desprendimiento 

(De un texto de física) 

"Los sonidos blancos no tienen memoria..." 

La frase se ha soltado del texto. Libre 
desprendiéndose de su significado 
baila en el aire 
y es como un vestido 
bailando, sin cuerpo. 

"Los sonidos blancos..." 

(Un diagrama muestra un amontonamiento 

de líneas verticales 

rayaduras 

cálculos.) 


41 



Huellas 


Ser es rehacerse 
de rastros de otras cosas. 

Que no alardeen que salen de nada! 

Cierto que no hay memoria 
en el fuego ni el aire 

-por desgracia también la "memoria del agua" 
resultó puro sueño- 

pero la tierra, en cambio 
-a veces, por lo menos- 
muestra rastros 
huellas remotísimas 

de las que están hechas también nuestras pisadas. 


42 



Canción de la contingencia 

Podría no haber nacido 
podría no estar aquí 
lo que hice, no haber hecho 
lo que dije, no decir. 

El punto desde el que miro 
¿quién lo habría de ocupar? 
¿Otros ojos mirarían? 

¿No habría ningún mirar? 

Tal vez hubiera una planta 
en donde pisa mi pie 
o tal vez fuera una piedra 
que ahora no está, no lo sé. 

A veces crece la planta 
sin tener donde crecer 
y cae y cae la piedra 
y no deja de caer. 

Y miran con gran reproche 
porque hay otro en su lugar 
¿Y quién va a explicarles nada 
si no hay nada que explicar? 


43 



¿Dónde? 


Hay un pequeño pájaro -se piensa 
que ha de ser muy pequeño - cuyo canto 
empieza en tono alto y decidido 
pero baja al final, como sintiéndose 
arrepentido, desilusionado. 

Se esconde, no es visible 
no se observa su vuelo 
sólo se oye 
su misterioso trino 

siempre alegre al principio y enseguida 
triste al final, como enlazándose 
con la sombra que crece 
con luces lejanísimas y débiles 
Prepara 

el regreso en silencio 
-sobre todo él silencio- 
el gesto de cansancio 
la desaparición de las palabras. 


44 



Viaje 


Bloques de sombra contra el cielo claro 

los montes de eucaliptus cortan en trozos la remota línea 

del horizonte. 

Aquí hacia el sur ya no se ven más cerros 
Y detrás de los árboles va una línea rojiza 
diciendo que se acaba una luz que no es tuya 
que nada tiene que ver con tus palabras 


-v, 

/-: / ¿.i -í 

/V fSA 

6 ! feT 

\ g. \ v\ Clfisr/rtji'jyjjj 

Oí 

y ■ ' : 


M | 




¿Cuál? 


Puede ser que la calma encubra fiera lucha. 
Peleando por espacio los seres vegetales 
se empujan, se atropellan... 

Una guerra invisible y sin ruido 
ha estallado por todos los lados 

pero 

cuando la luz (o la bruma) los fija 
inmóviles, dibujan 

las líneas enlazadas de las ramas y troncos 
una sola figura 

¿Y cuál de las dos cosas será más verdadera? 


45 



Fines de Agosto 

A finales de agosto hay algo que estalla 
en hojas pequeñísimas. 

La explosión silenciosa 
trae verdes clarísimos 

y hasta a veces en la punta de las hojas un tono 
diferente, difícil de definir, brilloso. 

¿Te molesta este tema tan manido? 

No mimporta. 

Ellas 

-las hojas- 
salen. 


47 



IV 

Paisaje de Aries. Van Gogh. 

Lo que está en primer piano 

es esta enmarañada 

maleza de hojas enredadas, y oscuras 

Muy en segundo plano 
árboles y edificios. 

Es como si el pincel hubiera dicho: "Entren 
peo no importan tanto" 

Y entonces 

quedó como empujada 
-por detrás de unos árboles- 
la torre de una iglesia... 

Y una vez y otra vez regresa la mirada 
a enredarse y quedarse 

aquí dentro, en medio del nervioso entrevero 
de colores oscuros y formas fuertes 
un poco 
inacabadas. 


48 



Sorpresa y uvas 


... feliz en su soledad circular" 
Parménides de Elea 


Como empezaron a madurar las uvas 
se ensombreció el parral 
pero de pronto 

se vio en la sombra brillar, casi incoloro 
el cristal redondo de una uva sola: 
una esfera translúcida. 

Mañana va a empezar, irrevocablemente 
el proceso seguro 
de su oscurecimiento-azulamiento 
pero ahora 

este techo opaco rodeando el raro brillo 

es centro de miradas 

sorprendidas 

risueñas... 

La redondez perfecta las ignora. 

Con su orgulloso brillo 

la uva sola parece haber pisado 

el primer escalón del mundo inteligible. 


49 



La mirada detrás de las palabras 
Hay un dibujo 

-nítido, negro, bien delineado- 
sobre el muro: es la sombra 
de aquellas altas ramas. 

Nuestros ojos recorren de manera distinta 
cada vez: doblan aquí o allá; se detienen, a veces 
para tratar de verlo todo junto 
los caminos cruzados de las finas sombras 
sobre el muro blanco 

Y hay urgencia en guardarlo en la memoria 
pues le han salido a las ramas unos brotes 
y también varios gajos 
del futuro follaje. 

Como charla aturdida 
se moverán las hojas 

se moverán los finos caminos de las sombras 
en la masa total de sombra informe. 

Las ramas estarán, sin embargo, presentes 
como mirada intensa 
detrás de las palabras. 


50 



Orden del libro 


Lo Uno 5 

Movimientos 6 

Doble imagen 7 

*** g 

Sonido 9 

Hechizo 10 

Apoptosis celular 11 

Terca paloma 12 

Raíces 13 

El tercero 14 

Órdenes 15 

Lluvia de octubre 16 

¿Qué enseñan? 17 

La pena 18 

Juntos 19 

No y sí 20 

La Fiesta de Trimalción 21 

Algo entrevisto... 22 

La anacahuita 23 

Ayer, un eucaliptus 24 

El lenguaje de las asimetrías 25 

Inestabilidad 26 

El viaje hacia Itea.I 27 

II 28 

El pez 29 

Discreción en Delft 30 

La escalera a oscuras 31 

Calle lateral 32 



Prisionero 

33 

Hablamos 

34 

Opuestos 

35 

Firdusi 

36 

Pesadumbre 

37 

Las cosas por su nombre... 

38 

La espiga sola 

39 

El Pájaro 

40 

Desprendimiento 

41 

Huellas 

42 

Canción de la contingencia 

43 

¿Dónde? 

44 

Viaje 

45 

¿Cuál? 

46 

Fines de Agosto 

47 

IV. Paisaje de Arles 

48 

Sorpresa y uvas 

49 

La mirada de las palabras 

50 



De lo invisible, de Circe Maia fue compuesto por Susana Chaer e 
impreso en la Asociación de Impresores del Uruguay, testimonio de 
amistad invalorable, en el mes de diciembre de 1998 para la 39a,Feria 

Montevideo, Uruguay. 



54